Considero necesario comenzar esta entrada definiendo dos de los términos que aparecen en el artículo: copyleft y copyright. Según Wikipedia «es una característica de algunas licencias utilizadas para regular las restricciones impuestas por el derecho de autor de obras o trabajos, tales como programas informáticos, arte, cultura y ciencia, es decir prácticamente casi cualquier tipo de producción creativa» y nace en opisición directa al concepto de copyright tradicional. En el caso de las licencias copyleft, además de «otorgar derechos de copia, modificación y redistribución de la obra proteguida, contiene una cláusula que impone la misma licencia a las copias y a las obras derivadas».

La realidad es que cualquier creación artística, investigación, avance tecnológico, etc., se basa en el conocimiento surgido con anterioridad. De hecho, el concepto de autoría es relativamente reciente, puesto que hasta el Romanticismo en el arte occidental cualquier autor primero empezaba imitando a los maestros en la materia, hasta que lograban dar salida a su propia visión o voz. Es en el Romanticismo cuando se da la vuelta por completo a este concepto, y la originalidad empieza a cobrar una especial importancia. Pensemos que probablemente La Odisea, La iliada, obras fundacionales de la poesía griega,  son el producto de varios autores, a pesar de la extendida idea de la autoría de Homero. Lo mismo sucede con la poesía épica española medieval y la obra de mayor calado artístico, El poema de Mío Cid, de autoría dudosa. Hay investigadores que defienden que el autor es un monje llamado Per Abat, que escribiría la obra alrededor del siglo XI, mientras que para otros se trata de un texto que se iría completando a lo largo de extensos periodos de tiempo, y por varios autores. Analicemos los  tópicos más habituales de la poesía del Renacimiento (tempus fugit; collige, virgo, rosas; carpe diem, etc. ), que  son en su mayor parte reelaboraciones más o menos personales de tópicos existentes desde Grecia y Roma. Y nuestros poetas de los siglos de oro, ¿no hacían lo mismo? Yo me harté de leer como ejercicio poemas diferentes, de distintos autores, en los que trabajaban sobre el mismo tópico. ¿Acaso estos artistas eran menos creativos, se les puede negar el concepto de autoría? ¿O es que el paradigma es diferente? Bueno, es que la originalidad consistía en aportar tu propia forma de hacer las cosas, que podía ser llenar el pomea de complicados retruécanos, o citar de manera hermética cualquiera de los mitos de la antigüedad greco-latina, o comparar esos mismos mitos con personajes conocidos del momento… Comparemos la polémica surgida en el 2008 por unos versos que Enrique Bunbury tomó del poeta Pedro Casariego. No soy una admiradora de su música, así que no penséis que inlcuyo las palabras que el músico publicó para defenderse de tantos ataques en su página web (con las que me identifico en su mayor parte) por este motivo:

“A lo largo de la historia de la música popular, grandes y desconocidos escritores de canciones han realizado prácticas similares recogiendo frases de canciones tradicionales y realizando nuevas y muy diferentes creaciones. El folk, el blues, el country esta impregnado de esa costumbre y nos han dado placer para nuestros oídos a lo largo de los últimos cien años. Posteriormente, artistas como (y me parece mal citarlos, pero hay libros enteros dedicados a señalar de dónde vienen sus mejores canciones) Dylan, Cohen, Lennon, Van Morrison, han utilizado libros sagrados como la Biblia, la Kábala, el I Ching, el Tao Te king, o a poetas incuestionables como T.S. Elliot, Dylan Thomas, Edgar Allan Poe, Shakaspeare… o la prensa diaria para contarnos sus inquietudes y crear sus canciones”

Cierto, podría haber mencionado su nombre, pero… ¿no es exagerado tanto revuelo? Es un autor reciente, tal vez este sea el motivo, porque a los clásicos se les copia, imita o expolia directamente sin ningún tipo de recato. Se le llama buscar inspiración en los clásicos.